A nadie le amarga un… ¡Caramelo!

Emulando la famosa frase queremos reencontrarnos con uno de los dulces más simples: los caramelos. Porque el caramelo es lo primero que nos viene a la cabeza cuando pensamos en un dulce, el primer dulce que probamos fue quizá un caramelo y es lo que buscamos primero cuando notamos la garganta un poco seca o nos da un ataque de tos.

El caramelo, como tradicionalmente se conoce, se prepara con la cocción de azúcar al que se le añade sabor, aroma y color de diferente origen, ya sea animal, como leche o miel, como vegetal, como aceites esenciales, extractos, especias o zumos de fruta.

Aunque puede consumirse blando, gelatinoso o gomoso, cuando hablamos de "un caramelo" nos referimos al caramelo endurecido, normalmente empaquetado y servido individualmente.

Debemos añadir que ya sea en forma de caramelo o en cualquier otra, lo dulce nos gusta hasta donde alcanza nuestra memoria. Nuestra debilidad por lo dulce está del todo justificada ya que el principal combustible del cuerpo es la glucosa y como tal estamos genéticamente "programados" para la atracción hacia lo dulce.

La glucosa es el combustible universal. Utilizado tanto por bacterias como por plantas y animales. Por este motivo hemos buscado siempre la manera de saciar nuestras ansias de dulce inventando nuevas formas de poder comerlo. Y es que no hay que buscar mucho para descubrir que los dulces forman parte de la historia de la humanidad, al menos desde que nos expresábamos en las paredes de las cuevas, donde existen pinturas en las que se representa a individuos recolectando miel.

Hasta que descubrimos el azúcar

Nuestras ganas de dulce era cubierto con los recursos de los cuales disponíamos: la ya mencionada miel, la fruta, los frutos desecados como los dátiles, el jengibre, el regaliz... Pero llegó el azúcar de la mano de la caña de azúcar para poner patas arriba nuestro mundo, nuestras papilas… y nuestra figura.

El azúcar llegó a Europa para quedarse durante la Edad Media proveniente de la India gracias a los musulmanes, que trajeron caña hasta las costas del sur de España para poder cultivarla. Se habla también que el azúcar ya era conocido por Griegos y Romanos y que hubo cultivos, también en costas españolas, pero que quedaron en el olvido tras la caída de Roma.

La caña de azúcar (Saccharum officinarum) es originaria de Nueva Guinea, se expandió por el sudeste asiático hace unos 2.600 años, y tras el descubrimiento de América, también por países del centro y sur del continente, donde en la actualidad son de los principales productores.

En el siglo XIX el azúcar de caña empezó a competir con el azúcar extraído de la remolacha.

Los caramelos

Y tras este pequeño repaso por la historia del azúcar y nuestra debilidad por lo dulce, entramos de lleno al tema que nos ocupa: los caramelos.

Pretender explicar cuando se inventaron los caramelos requeriría dar vueltas por las diferentes culturas a lo largo de la historia. Tan solo podremos decir que al suponer el azúcar una fuente de energía rápida y concentrada, las personas siempre hemos intentado encontrar formas prácticas para poder degustarlo.

Los caramelos modernos (o al menos los tradicionales), como explicábamos al principio del post, se elaboran a partir de azúcar, como ingrediente principal, al que se añaden otros adicionales que le dan ese sabor y aroma especial.

El caramelo es ideal para situaciones en las que se requiera una fuente rápida y práctica de energía. Los caramelos tienen en la actualidad una función lúdica. Se toman caramelos por el placer de tomar algo dulce. Pero hay que decir que los caramelos han tenido también una función medicinal.

Más allá del matiz nutricional (una bomba energética llena de calorías vacías), los caramelos se han utilizado como vehículo para tratar dolencias de diferente índole, ya sea para tratar molestias estomacales, intestinales, para mejorar las digestiones y para los enfermos más débiles.

Aunque si debemos pensar en caramelos "terapéuticos", sin duda estaremos todos de acuerdo en que son de gran ayuda frente a las molestias en la garganta.

Ya sea porque tenemos algo de tos, porque nos molesta al tragar, estamos un poco resfriados, porque notemos la garganta seca… siempre va bien tener un caramelo a mano. Y si además se le ha añadido ese ingrediente especial que nos ayuda a aliviar nuestra molestia, el caramelo ya tiene su dulce trocito de cielo ganado.

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